Miles marchan por las calles de El Cairo pidiendo el ‘día de la libertad’

Exigen la renuncia de Mubarak irrevocable, quien dirige al país desde hace 30 años con mano de hierro. Situación sigue afectando al mundo en lo económico, y en lo político.

Dos muñecos colgados de los semáforos de la plaza Tahrir representan al presidente Hosni Mubarak ahorcado, con una estrella de David pintada en la corbata y dólares que le salen de los bolsillos, dando el tono a la multitudinaria “marcha del millón” de este martes contra el poder.

“Este va a ser un gran día, el Día de la libertad”, exclama Ahmed En Nahas, un director de cine de 60 años, que muestra con la mano a las cientos de miles de personas agrupadas en la céntrica plaza Tahrir (“Liberación”, en árabe), fortín de los manifestantes desde hace una semana.

“Hasta hace poco tiempo, esta gente no hubiera salido tan masivamente a la calle por miedo a que la policía disparase contra ella”, añade el cineasta, que lleva una pequeña filmadora, “para recordar este día”.

Por el cercano puente sobre el Nilo, Qasr An Nil, una marea humana afluye sin parar desde primeras horas del día, respondiendo al llamado de los opositores para que un millón de personas se congreguen en Tahrir y asesten un golpe decisivo al poder de Mubarak, que dirige el país desde hace 30 años con mano de hierro.

El ambiente es más tenso que en los días anteriores, a pesar de la presencia de numerosas familias. Una niña de unos cinco años se divierte mientras su padre baila con ella a hombros, al ritmo de los gritos de la multitud que canta “El pueblo quiere que se vaya Mubarak”.

A pesar de que el acceso a internet está prohibido desde el viernes pasado, las nuevas tecnologías están muy presentes en Tahrir, la plaza donde se celebró la primera manifestación el martes de la semana pasada, respondiendo a una convocatoria colgada en Facebook.

Numerosos manifestantes envían mensajes, toman fotos y filman la concentración con sus teléfonos celulares.

Un joven se baja los pantalones delante de periodistas occidentales para mostrarles el impacto de una bala de caucho recibida en una de las protestas. “Miren lo que me han hecho”, expone.

A proximidad, un grupo de media docena de barbudos, con yelaba blanca inmaculada, da la vuelta a la plaza, alineados y a paso lento, detrás de una pancarta que advierte que están “dispuestos a morir por Egipto”.

“En los últimos días, Mubarak demostró que está desconectado de la realidad”, explica Omar, un joven que enarbola una pancarta dirigida al presidente estadounidense Barack Obama y a la jefa de la diplomacia europea, Catherine Ashton, con la proclama: “No queremos diálogo, sino que se vaya Mubarak”.

En la plaza, todos los egipcios parecen reunidos, que sean laicos, musulmanes o cristianos. “Jesús nos dará una vida mejor. Vete ya Hosni, así podremos disfrutarla”, dice la pancarta de Nader e Ihab, dos jóvenes coptos, en medio de una manifestación donde la presencia de radicales islámicos es visible.

“Desde hace unos diez años hay una persecución en Egipto contra los cristianos y lo único que hizo Mubarak fue tratar de esconderla”, lamentan, antes de subrayar que “hay otras opciones en Egipto que Hosni o los islamistas”.

Antes de entrar a la plaza, los manifestantes tuvieron que someterse a los controles de identidad de la centena de militares que vigilaba los accesos a Tahrir. Las Fuerzas Armadas siguen teniendo una buena imagen entre los manifestantes. Cuando un pequeño autobús, lleno de soldados, trata de abrirse paso a bocinazos, la multitud en lugar de apartarse, los aplaude y les grita: “El pueblo y el Ejército somos el mismo brazo”.

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