Preocupación en el mundo árabe,por dimisión de Mubarak.

Israel, Marruecos y Arabia Saudí, preocupados tras caída de Mubarak

La revolución popular egipcia no sólo ha derribado al rais, también ha inspirado a millones de jóvenes de todo el mundo árabe que viven bajo regímenes que les asfixian y ha abierto un sinfín de interrogantes acerca de cómo se redibujará el entramado de alianzas, enemistades y tratados de paz en Oriente Medio. El cambio en Egipto, el gran país del mundo árabe y pieza clave del puzzle regional, ha despertado una oleada de temores y esperanzas en los países de la zona.

“Estamos en un momento clave. No sólo para la historia de Egipto, sino para todo Oriente Medio”, indica un alto responsable israelí. “Esperamos que el gobierno que tome el poder en El Cairo entienda que es necesario preservar el acuerdo de paz con Israel, que resulta fundamental para la estabilidad de toda la región”, añade la misma fuente.

Israel es de los países que albergan más temores que esperanzas. La caída de Mubarak supone para Israel el fin de un statu quo (situación) que dura más de 30 años y que, para empezar, le ha permitido a los sucesivos Gobiernos israelíes despreocuparse de la seguridad en su frontera sur. Pero, sobre todo, le ha permitido a Israel contar con un mediador en el conflicto de Oriente Medio del que se fía y que ha estado dispuesto a ser cómplice en iniciativas israelíes como el bloqueo de la franja de Gaza.

Fue en 1979 cuando Egipto e Israel firmaron el tratado que daría lugar a la llamada “paz fría”, que hace alusión a al escasa calidez que se profesan las poblaciones de ambos países al margen de los acuerdos tejidos por los líderes políticos. Israel teme ahora que un nuevo Gobierno egipcio nacido de las urnas y que refleje el sentir popular no esté dispuesto a mantener el tratado de paz en los términos actuales. En la Franja de Gaza, por el contrario, todo era júbilo la noche del viernes. La suerte del millón y medio de ciudadanos que viven desde hace más de tres años encerrados en Gaza podría cambiar radicalmente en la era post-Mubarak. Porque el embargo israelí sólo ha sido posible gracias a la connivencia de los egipcios que mantienen prácticamente cerrado el paso de Rafah en el extremo sur de la Franja. Y porque calculan los islamistas de Hamás que gobiernan en Gaza, que la ascensión a la superficie política de sus padres espirituales, los Hermanos Musulmanes egipcios, no pueden ser más que buenas noticias.

Sami Abu Zuhri, un portavoz de Hamás, pidió el viernes a los nuevos líderes egipcios que levanten el bloqueo de Gaza inmediatamente y que abran el paso de Rafah para permitir el libre movimiento de las personas y para que pueda empezar el proceso de reconstrucción (tras la destrucción causada durante la guerra de 2008)”, según declaraciones recogidas por la agencia Reuters. El centro de la ciudad de Gaza se colapsó la noche del viernes de coches motos y manifestantes, que dispararon al aire y ondearon banderas egipcias para celebrar la marcha de Mubarak.

Para la familia real de Arabia Saudí, sin embargo, el cambio de régimen egipcio supone una evidente fuente de preocupación, ante la perspectiva de perder un aliado frente a Irán. Mientras, en la calles del reino, los ecos de las revueltas populares empiezan a sentirse. Los activistas más jóvenes exigen reformas políticas a través de Facebook, un grupo de intelectuales ha fundado un partido político y pedido al rey que autorice su funcionamiento. La decisión supone una primicia en el conservador reino donde toda actividad política está prohibida desde mediados de los cincuenta del siglo pasado cuando la familia real temió el contagio de las ideas panarabistas de Nasser.

“Estamos todos pegados a la televisión. No estoy seguro de que pueda ocurrir lo mismo aquí, pero la gente esperaba expectante la caída de Hosni Mubarak”, confía desde Riad un profesor universitario. “La mayoría ve con buenos ojos los cambios en el mundo árabe con la esperanza de que afecte a la situación en Arabia Saudí y otros lugares”, añade. “El tsunami del cambio en Oriente Medio va a seguir de una forma o de otra y Arabia Saudí no está aislada del resto”, estima el profesor, un activista chií de la región de Qatif, al este del país.

En Irán, los dirigentes están convencidos de que los cambios desatados por las revueltas árabes van a reducir el peso de Estados Unidos, su archirrival durante las tres últimas décadas por la influencia en la región. El presidente iraní, Mahumud Ahmadineyad apenas podía ocultar la satisfacción que le produce ver en apuros a Mubarak, un líder que ha rechazado todos sus gestos de acercamiento y que, como han revelado las filtraciones de Wikileaks, considera a los gobernantes iraníes “mentirosos” y “poco dignos de fiar”.

32º aniversario de la Revolución Islámica en Irán

El viernes, decenas de miles de iraníes desafiaron la nieve y la lluvia para celebrar el 32º aniversario de la revolución islámica. Ahmadineyad aprovechó para reiterar la posición oficial de que las actuales revueltas son un eco de lo sucedido en su país en 1979 y poner a Irán como ejemplo para la región. “Pronto veremos el surgimiento de un nuevo Oriente Próximo… un Oriente Próximo en el que no hay lugar para las potencias arrogantes”, declaró. “Muerte a América, muerte a Israel”, le respondió entregada la multitud.

En Líbano, el partido-milicia chií Hezbolá felicitó al “gran pueblo egipcio” por su “glorioso triunfo”, según indicó en un comunicado. Para Hezbolá, fuerza ascendente en la vida política libanesa, el fin de la era Mubarak son también buenas noticias. A los enemigos de Israel por excelencia les agrada la posibilidad de que un nuevo Gobierno egipcio no se preste a colaborar con los israelíes tanto como los anteriores. Ven además con buenos ojos un hipotético resurgir islamista en Egipto.

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