Con los preparativos técnicos y políticos de una zona de exclusión aérea sobre Libia, Estados Unidos sigue dando pasos para estrechar el cerco sobre Muamar el Gadafi y promete mantener esa presión por los medios que sean necesarios hasta conseguir su derrocamiento. “Estamos trabajando para convertir las palabras de condena en acciones y resultados”, dijo el lunes la secretaria de Estado, Hillary Clinton, en una comparecencia ante el Congreso.
El principal objetivo en el que ahora mismo se concentra ese trabajo es el de impedir que Gadafi siga utilizando sus aviones, un arma que los rebeldes no pueden contrarrestar y que podría llegar a liquidar el movimiento insurgente. Tal como dijo Clinton, la administración norteamericana está considerando la declaración de una zona de exclusión aérea “de forma activa”.
Es decir, que Estados Unidos está actuando para hacerlo viable tanto en el frente diplomático como en el militar. En ambos resulta extremadamente difícil. En el diplomático, porque, como Washington ha dicho desde el principio, se requiere un acuerdo previo de los socios de la OTAN, primero, y de los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, después.
En el ámbito técnico-militar las dificultades son aún mayores. Como advirtió el martes en el Capitolio el general James Mattis, jefe de las fuerzas norteamericanas en Oriente Medio, incluido Libia, el establecimiento de una zona de exclusión aérea sobre ese país es una operación “de gran complejidad”, que exige un considerable movimiento de recursos militares y, probablemente, el uso de la fuerza.
Aunque los movimientos de la flota estadounidense en el Mediterráneo se desarrollan en sus aspectos centrales por ahora en secreto, el Pentágono explicó que se va a requerir el desplazamiento hasta las costas libias de, al menos, un portaaviones, un portahelicópteros y dos buques anfibios con marines a bordo. Un movimiento así afectaría prácticamente al conjunto de las fuerzas estadounidenses en la región, puesto que si se traslada a Libia el portaaviones Enterprise, que actualmente se encuentra en el Golfo, es necesario mandar a esa zona, no libre de riesgos, otra nave similar, probablemente el portaviones que hoy vigila las costas de Somalia y el mar Arábigo.
Una vez en el área de actuación, el general Mattis manifestó que para poder vigilar y controlar en condiciones de seguridad el espacio aéreo de Libia sería preciso anular las defensas antiaéreas de ese país, lo que con toda seguridad requeriría acciones militares de cierta envergadura como la destrucción de algunos radares. Eso nos lleva de nuevo al campo político. Estados Unidos no quiere hacer ese trabajo solo. Portavoces norteamericanos han sugerido en días pasados que esto debería de ser, prioritariamente, responsabilidad de Francia e Italia, los dos países con más intereses en Libia. Además del acuerdo previo, la aplicación efectiva de un espacio de exclusión aérea exigiría también, por tanto, una firme voluntad europea de actuar.
Estados Unidos ha asegurado que no dejará de hacerlo. “Vamos a mantener la presión sobre Gadafi hasta que se vaya y permita al pueblo de Libia expresarse libremente y decidir su propio futuro”, declaró la embajadora norteamericana en Naciones Unidas, Susan Rice. Como dijo Clinton ante el Congreso, este es un momento decisivo en el mundo árabe en el que, si Washington no tiene intereses inmediatos en juego en algunos casos, sí los tiene siempre a largo plazo. “Libia puede convertirse en una democracia pacífica o sufrir una larga guerra civil”, dijo la secretaria de Estado. Y eso mismo puede aplicarse a otros países de la región.
Por su parte, los líderes de la Unión Europea tratarán la situación en Libia en una cumbre extraordinaria el próximo día 11, la misma jornada en que los ministros de Defensa de la OTAN se encontrarán también en Bruselas para una reunión informal ya prevista de antemano. El primer ministro británico, David Cameron, ha pedido a su Ministerio de Defensa que trabaje con los aliados en el establecimiento de una zona de exclusión aérea. “No es aceptable que el coronel Gadafi pueda asesinar a su pueblo con aviones y helicópteros de combate”, explicaba el martes.
Italia se dice dispuesta a facilitar su territorio como base de operaciones para una operación semejante, pero Francia pone distancia con respecto a la solución militar, aunque admite gradaciones. “En el momento en que hablo no hay ninguna intervención militar prevista”, informó el martes el nuevo ministro de Asuntos Exteriores, Alain Juppé, a la Asamblea Nacional. “Se pueden estudiar diversas medidas, en particular la de una zona de exclusión aérea, pero digo claramente que no habrá intervención sin mandato claro del Consejo de Seguridad”.
El mandato del Consejo de Seguridad requiere que no haya veto por parte de Rusia y China, dos potencias recelosas del uso de la fuerza por terceros. Por otra parte, La Asamblea General de la ONU decidió el martes suspender a Libia del Consejo de Derechos Humanos. La resolución fue adoptada por consenso.