El Arco Iris se asoma en el Estado del Sol

Por: Ignacio Prieto León


El Real Diccionario de la Lengua Española establece como paralelo conceptual al vocablo tabú, algo que es prohibido, pero que al mismo tiempo carece de un sentido práctico censurar o limitar. Imaginemos, como ejemplo, los matrimonios entre personas de distintas razas. Por mezquinas cuestiones, asociadas al racismo y otros odios similares, por muchos años, las parejas que decidían unirse en matrimonio, pero que el color de la piel los distinguía, debían someterse a la mirada acusadora de la sociedad. Por fortuna, aun cuando algún que otro pensamiento cavernícola, aparezca sobre este particular, el tema de las uniones interraciales, como que se va convirtiendo en un tabú del pasado. Del mismo modo, el propio diccionario panhispánico, propone como definición de tradición, la costumbre que se conserva, de generación en generación, desafiando el peso de los siglos. Nuestros bailes típicos, vestimentas, juegos, etc, distinguen a los pueblos hispanos, donde quieran que estemos. En este sentido particular, se hace preciso meditar. ¿Cuándo, un evento, deja de ser una tradición y se transforma en un tabú? ¿De qué forma la sociedad, deshecha lo que se entiende es una mera prohibición sin sentido, y conserva del mismo modo, tradiciones que son parte de la riqueza milenaria de la cultura popular? En realidad, entre ambos aspectos, tradiciones y tabúes, se establece una muy delgada línea, donde no faltarían objeciones favorables de un lado, o desfavorables de otro. Específicamente eso hemos visto con el concepto de matrimonio. Aun cuando desde la Era Primitiva la unión entre personas de sexos diferentes era todo un hecho, es en la Roma antigua, donde queda establecido como una respetable institución jurídica, que surte efectos legales para los contrayentes. Desde siempre, ha sido considerada esta unión, exclusivamente para cónyuges de distinto genero sexual. Pero desde los últimos años del siglo XX, con la revolución liberal que hemos vivido, y la apertura a una cultura de tolerancia sexual, difícilmente igualable en otras épocas, las parejas homosexuales han dado un salto increíble al exigirle a los gobiernos y sociedades, que sus uniones sean reconocidas como matrimonios. En pocas palabras, que el matrimonio heterosexual deje de ser el típico tradicional, y al mismo tiempo, la unión entre homosexuales, deje de ser un tabú.
Este fenómeno ha entrado con fuerza en nuestro amado estado de Florida. Donde, desde el 5 de enero del presente año, parejas del mismo sexo, podrán oficializar sus uniones, y quedar ante el mundo como “marido y mujer”, si es que se pudiera aplicar. Por mucho tiempo, Florida ha sido considerado un estado conservador, fijado al ala radical del Partido Republicano, por lo cual este salto hace pensar que las uniones homosexuales reconocidas como matrimonio, serán todo un hecho prontamente en todo los EE UU. De acuerdo a la encuesta realizada por el Instituto Público sobre Investigaciones de Religión, un 53% de los norteamericanos apoya el matrimonio homosexual, lo cual si bien es cierto que representa una mayoría, no asi de manera significativa, como para estimar que es todo un hecho deseado por las mayorías. No obstante, por lo pronto, ya las primeras parejas del mismo sexo están oficializando sus relaciones delante de un notario en el Estado del Sol. Muchos de ellos vienen de otros confines del país, donde este paso aún no se ha podido dar. No solo seremos destino de turistas encantados con nuestras playas y lugares históricos, también de muchos enamorados, que vendrán a ponerse el anillo, no importa, que la otra persona, comparta su mismo género sexual. Del Estado del Sol, ya somos parte del gran espectro del Arco Iris

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