Fort Pierce (Estados Unidos) (AFP) – La bandera negra con la calavera en la proa del barco delata las intenciones de la familia Schmitt: bajo el fuerte sol de Florida, zarpa otro día más tras los tesoros de un naufragio español que esconde el fondo del mar.
A diferencia de los piratas de antaño, los Schmitt no recurren a la violencia para conseguir su botín. Su principal arma es una gran paciencia para revisar meticulosamente palmo a palmo el suelo marino en busca de una pieza de oro o alguna joya.
Los esfuerzos tienen su recompensa. En junio, dieron con medio centenar de monedas de oro, por un valor estimado de 1 millón de dólares, del naufragio de una flota española de once barcos que se fue a pique en 1715, golpeada por un huracán.
“No hay manera de describir la emoción de desenterrar algo que ha estado bajo el mar por más de 300 años”, explica a la AFP Rick Schmitt, el patriarca de la familia de 67 años, a bordo del ‘Aarrr Booty’, un sábado reciente frente a las costas de Fort Pierce, Florida (sureste de EEUU).
“Ha sido una temporada increíble, para los libros de récords”, coincide Eric Schmitt, hijo de Rick y capitán del barco familiar, quien va tachando en un mapa en un ordenador los suelos marinos que van investigando y determina los siguientes lugares de búsqueda.
– Largas jornadas –
La escena se repite a diario durante la temporada entre mayo y septiembre, cuando las condiciones atmosféricas permiten el trabajo: el ‘Aarrr Booty’ tira sus anclas y usa unos tubos que desvían la potencia de las hélices del barco hacia el suelo marino, para remover la arena.
Un buzo se lanza al agua con un detector de metales. Si no consigue nada, el barco avanza y la operación se repite.
A bordo, la familia Schmitt (Eric, su esposa, Lindsay; su hermana, Hillary; su padre, Rick; y su madre, Lisa) se turna en las tareas: mover los tubos de presión, tirar las anclas, rellenar los tanques de aire para el buzo, sumergirse con el detector de metales, preparar la comida…
“No somos la familia típica que ve películas junta, sale de paseo; nosotros salimos al océano a buscar tesoros”, dice Eric. Bajo el ardiente sol, los días se hacen largos. “Generalmente, comenzamos a las 6:30 am y nos quedamos hasta las 7 u 8 pm. Hace mucho calor”, apunta Lindsay.
Estar tanto tiempo juntos da pie a discusiones. “A veces hay mucha tensión, pero cuando encontramos algo, nos damos cuenta de por qué estamos acá”, dice Rick. Esta temporada han recuperado casi 2 millones de dólares en tesoros.
– Basura marina –
El trabajo es de perseverancia, porque muchos días terminan en decepción. “En un día típico, nos encontramos de 10 a 20 plomos de pesca, latas de cerveza, pedazos de metal oxidado que no sabemos de dónde provienen. Hemos encontrado refrigeradores, calentadores de agua, bombas”, enumera Jonah Martínez, al mando del barco ‘Capitana’, de la empresa 1715 Fleet-Queens Jewels LLC.
El ‘Capitana’ tuvo su momento de gloria en julio: consiguió centenares de monedas, algunas de ellas bastante poco comunes, por un valor de 4,5 millones de dólares.
Los Schmitt son subcontratistas de Queens Jewel LLC, que posee los derechos para recuperar los tesoros del naufragio de 1715. De ahí que la familia deba compartir con la empresa el botín, del que Florida por ley se quedará también con un 20%.
Florida, cuyas costas esconden decenas de naufragios de la época colonial, es un imán para los cazatesoros. Actualmente, once empresas tienen permisos del estado para buscarlos.
– Arqueólogos vs. cazatesoros –
Pero su actividad no es precisamente avalada por los científicos. “Los arqueólogos sostienen que las excavaciones generalmente no son científicas, que la motivación no es aprender, sino hacer dinero”, dice Corey Malcolm, arqueólogo del museo marino Mel Fisher en Cayo Hueso, Florida.
Nada más lejos de la realidad, refutan los Schmitt. “Estos artefactos nunca serían recuperados de otra manera y ahora podemos estudiarlos, fotografiarlos, catalogarlos”, afirma Eric Schmitt.
Además, la familia asegura que no busca riquezas, sino aventuras. Financia sus excursiones con el dinero de una empresa de fumigación que vendió Rick Schmitt hace 16 años, cuando pudo por fin dedicarse a esta actividad a tiempo completo. Soñaba con hacerlo desde que en 1962, a sus 14 años, salió con una embarcación a investigar un naufragio. “Soy muy afortunado. Nunca hemos vendido una pieza de nuestro tesoro. Estamos engordando una buena colección. Considero que será el legado que le dejaré a mi familia. Han trabajado por ello y espero que no tengamos que vender nada mientras yo esté. Luego, ellos podrán pelearse por el tesoro”, concluye Rick con una sonrisa.