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Se percibe lo peor en Libia,Guerra civil por Tripoli.

Muamar el Gadafi ha perdido el control del este de Libia, esfumados, detenidos o muertos los soldados y mercenarios que sembraron el terror durante días. Los leales al dictador contraatacaron el jueves en una ciudad del oeste cercana a la frontera con Túnez, y en Musratah, a un centenar de kilómetros al este de Trípoli. “Es una acción desesperada”, comentaban algunos rebeldes en Libia oriental, donde las zonas liberadas de la presencia del régimen se amplían a marchas forzadas. Pero Gadafi –también los dictadores tunecino y egipcio se aferraban al poder antes de su fuga o dimisión– parece dispuesto a no rendirse. Los enfrentamientos armados en el occidente de Libia entre los recién constituidos consejos populares y las fuerzas del coronel Gadafi sirvieron el jueves de preludio para lo que se aventura como el episodio final del dictador: la batalla de Trípoli.

Los 200 kilómetros de carretera que conducen hasta la capital desde la frontera con Túnez siguen controlados por soldados y brigadas especiales del Gobierno libio, según los testimonios de los refugiados que salen del país por el paso fronterizo con Túnez de Ras Jdir. Sin embargo, varios pueblos y ciudades –entre ellas, Zuara, Sabratah y Zauiya– continúan desde el miércoles tomadas por los ciudadanos. Aun así, esta última ciudad recibió el jueves un duro castigo por su rebelión. Fuerzas especiales de Gadafi y los mercenarios africanos del casco amarillo –ya célebres entre los libios por su crueldad– atacaron sin piedad a los habitantes de Zauiya, a 50 kilómetros de Trípoli y último punto en el mapa antes de llegar a Trípoli, donde se esconde Gadafi. Los ataques dejaron 100 muertos, según el canal de televisión Al Yazira.

El dictador, cada vez más encerrado en sí mismo y en su verborrea, hizo el jueves otra declaración por teléfono en televisión, la tercera desde que empezaron las protestas el 15 de febrero. Gadafi abandonó el gesto duro que había protagonizado su discurso del miércoles y lo sustituyó por uno paternalista, más conciliador, pero que rozó lo demencial. “Son jóvenes de 17 años a los que les dan píldoras alucinógenas con las bebidas, la leche, o el Nescafé”, dijo el gobernante libio refiriéndose a los ciudadanos que protagonizan la revuelta.

Gadafi llamó “hijos de Libia” a los muertos que está dejando la revolución, aseguró que Bin Laden estaba detrás de la revuelta y pidió calma. Así despachó la semana en la que su país se ha levantado contra su tiranía. “Quien rinda las armas y muestre arrepentimiento no será perseguido legalmente. Los comités de la revolución (uno de los baluartes del régimen) llaman a cooperar a los ciudadanos y que informen sobre aquellos que han dirigido a los jóvenes o les han dado dinero, equipos, o los han intoxicado con píldoras alucinógenas”, clamó Gadafi, quien todavía habla como si los alzados fueran un grupo que obedece consignas de turbias manos negras. En Shahat, al este de Libia, los ciudadanos recibieron sus palabras con indignación y gritos de “carnicero” y “asesino”.

El creciente asedio a Gadafi, no obstante, no se ha completado. Según varios medios, en Sirte, ciudad natal del dictador, el Gobierno mantiene el control. Pero las cruciales instalaciones petroleras de Ras Lanuf y Marsa el Brega, en las cercanías de Bengasi, ya están en manos insurgentes. Las noticias que llegan de Trípoli hasta la frontera siguen siendo confusas pero todas apuntan a la soledad de Gadafi, recluido en palacio. Un tunecino que llegó a Ras Jdir relató así la situación que se vivía en la capital: “Hay tiroteos y muchos muertos en las calles. Gadafi ya no tiene soldados. Los únicos que están con él son los mercenarios africanos y sus brigadas”.

La bandera verde del régimen de Gadafi ondea ya solo en los lugares que sus tropas controlan. Allá donde los insurgentes han conseguido hacerse con el poder, la antigua enseña tricolor –ornada con la media luna y la estrella– ondea al viento. El rojo, el verde y el negro son el emblema predomínante en el este, casi completamente controlado por los insurgentes, a pesar de que en la región permanecen simpatizantes del régimen y la alerta no disminuye en los puestos de control de carretera.

Los ciudadanos recibieron estas palabras, transmitidas por la televisión estatal con indignación y gritos de “carnicero” y “asesino”. Sin embargo, no fue posible ver el rostro del sátrapa, ya que hizo su declaración telefónicamente, mientras volvía a acusar a sus ciudadanos de estar luchando entre sí y estar tomando drogas. En un tono más conciliador que en sus últimas apariciones, el líder afirmó que los insurgentes eran jóvenes de 17 años a los que se drogaba por la noche poniendo píldoras en “su leche”.

El dictador negó que fuera posible ver en Libia lo que se había visto en Túnez y Egipto y apeló a su retórica habitual de que “el poder está en manos de la gente”. Sin embargo y a pesar de hacer un llamamiento a la calma, Gadafi insistió en la idea de que el líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden ha orquestado la revuelta. “Bin Laden, ése es el enemigo que está manipulando a la gente”.

Tras estas declaraciones muchos de los rebeldes libios que controlan el este del país protestaban contra lo que consideran una intoxicación para confundir a los países occidentales y especialmente a Estados Unidos. “Nosotros no somos terroristas, somos hombres que queremos libertad y una vida digna”, señalaba Moafer, un ingeniero eléctrico de 24 años de Darna. En la radio local, un grupo de hombres y algunas mujeres emiten cada día los avances de los revolucionarios en la zona. “Hasta hace unos días todo estaba bajo el control del Estado, no podíamos hablar de democracia, ni de nada que no fuera la vieja revolución de Gadafi y de él mismo. ¿Y ahora dice que somos de Al Qaeda? Míranos, ¿parecemos terroristas?”, interpela el hombre.

La capital del país, mientras tanto, sigue siendo inaccesible para los medios de comunicación. Lo que ocurre en Trípoli sólo llega a través del teléfono a los familiares y amigos que permanecen en zonas controladas por los rebeldes. Desde la principal ciudad del país, Baha explica que están aterrorizados y que apenas se atreven a salir de casa por miedo a recibir un disparo de los esbirros de Gadafi. La lucha se había concentrado durante la jornada en torno a la ciudad de Zawiya, la principal vía de acceso desde el oeste, hacia la capital. Allí algunos opositores al régimen habían hecho ondear brevemente su blasón, reclamando la victoria. Sin embargo los hombres de Gadafi, un ejército de mercenarios africanos y fuerzas especiales, consiguieron dar la réplica, según un testigo citado por AP. Los enfrentamientos también se habían recrudecido en otras ciudades colindantes con la capital como Misurata y Sabratha –al oeste– mientras los rebeldes avanzaban desde el este.

Algunos bancos de Tobruk abrieron el jueves después de que durante la madrugada llegara dinero desde Bengazhi. “Incluso sin pagar los salarios, vamos a intentar asegurar unos 200 dinares por persona para que la gente pueda seguir comprando comida”, explicaba Mohamed Saleh, uno de los líderes del comité ciudadano que controla Tobruk. Pero incluso en las zonas rebeldes, donde se intenta mantener cierto orden, sigue habiendo “elementos incontrolados”, explicaba Saleh.

La última ocurrencia de la familia Gadafi, en este caso de su hijo, Seif el Islam, fue invitar públicamente a los medios de comunicación a una especie de tour, no se sabe si en avión o por tierra, para que vean por sí mismos que todas las imágenes que están llegando del conflicto son falsas. “Que venga, que vengan y vean que aquí no está pasando nada”, dijo. Segun informaciones no confirmadas, un libio que se identificó como periodista , aseguró que el Gobierno libio está elaborando una lista de medios internacionales para dejarles entrar en el país.

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