Por: Ignacio L. Prieto,- Panamá es una tierra encantadora. Sin duda el pequeño istmo que separa a las dos grandes masas continentales del continente americano tiene motivos suficientes para que su pueblo viva orgulloso. Una posición geográfica de ensueño, que hizo posible la construcción de un canal interoceánico, joya de la ingeniería civil moderna. Por esas cosas del destino, Bolívar escogió este minúsculo punto como base de partida para la integración latinoamericana y negociación panamericana incluyendo también a los vecinos de habla inglesa. El istmo panameño acogería por iniciativa del Libertador, el primer Congreso de naciones latinoamericanas, en 1826. Al decir de su inmortal impulsor “qué bello sería que el Istmo de Panamá fuese para nosotros, lo que el de Corinto para los griegos”. Hoy a casi 200 años del inicio de aquel gran sueño, las naciones del área vuelven otra vez sobre la idea de unirse bajo una sola pieza, formando un gigantesco crisol de culturas y pueblos. Los promotores del magno evento habían pensado como aglutinar a todos los estados, incluyendo a Cuba, la nación que por rebeldía barata de sus gobernantes, se había negado a fomentar la unidad americana. Pero parecía que este episodio quedaba atrás, cuando el gobernante cubano Raúl Castro anunciaba ante el mundo que mantenía relaciones con los EE UU, al punto que el otrora presidente del norteño país, Barack Obama, ratificaba su intención de comenzar las relaciones diplomáticas con La Habana. Pero al parecer los sueños, sueños son. Hemos sido testigos de cómo la mafia de los Castros no desea para nada hacer cambios consecuentes en la infeliz isla. Sino por el contrario enviarnos a todo un claro mensaje de intolerancia y renuencia a un diálogo cívico y pacífico. Al acudir al foro paralelo de las sociedades civiles, Cuba envió emisarios políticos que nada tienen que aportar sino solo defender a un régimen que por encima de todas las cosas se ha enraizado en el poder por más de 50 años. Del mismo modo, desconocen los parásitos del régimen que otras voces tienen el mismo derecho de expresarse y ser escuchadas. La negativa a una mesa de diálogos se desvanece desde el mismo comienzo, cuando los portavoces del oficialismo llaman a los opositores cubanos como “mercenarios”. La gran pregunta, ¿mercenarios al servicio de quién? Me imagino que de los EE UU, eternos enemigos del castro-comunismo. Y va la siguiente pregunta: ¿por qué mercenarios, si también Castro se da de la mano con el presidente Obama? Entonces Raúl es otro mercenario, ¿o no? La sarta de interrogantes me llevan a la conclusión de que un maléfico proyecto de enajenación mental, con una alta dosificación del virus de la idiotez humana se ha apoderado de buena parte de la población de mi país, que por una razón u otra le es fiel a un régimen, que además de cercenarles las libertades individuales, los utiliza a ellos para hacer lo mismo a otros, contaminándoles el cerebro con la basura del odio y la desfachatez ideológica. Lo peor es ver como un grupo de cubanos, que debieran tratarse con respeto, pierden los estribos y caen como una horda de fieras sedientes de sangre, arrojándose sobre la disidencia en franca violación de las leyes humanas y naturales. Se da cuenta que algunos miembros de la oposición cubana, que no buscaban otra cosa sino el dialogo con sus pares oficialistas han sufrido heridas leves. A estas alturas se desconoce cuál será la decisión de las autoridades panameñas a fin de evitar incidentes como este de hoy. Yo por mi parte me hago esta pregunta ¿Qué será de mi amado país en el futuro? A juzgar por lo visto, no parece muy pródigo en cuanto a diálogo se refiere. Por su parte, Cuba vuelve a ser noticia por aguar la fiesta a los promotores del bicentenario proyecto de integración americano. Panamá, me ha dejado un sabor muy amargo, y este día pasará como aquella ocasión en que el odio apagó los esfuerzos de la paz.