Miguel Díaz-Canel: el nuevo rostro de un viejo sistema.
El sistema totalitario de los Castros en Cuba languidece por motivos biológicos. Ambos exponentes de esta dinastía arriban a más de ocho décadas de vida y necesitan a toda costa de un relevo. Desde mediados de los años ’90 fueron surgiendo un grupo de figuras noveles, no formadas en la Sierra Maestra o en Angola, sino en las universidades castristas. No se trataba de aquellos barbudos semianalfabetos, sin carisma, sino más bien jóvenes talentosos y prometedores. Fidel los seleccionaba en virtud de apreciar en ellos dos virtudes esenciales para la supervivencia del modelo castrista: lealtad al líder supremo carisma entre las masas. Aquellos hombres fueron: Robertico Robaina, Carlos Lage Dávila, Juan Carlos Robinson, Yadira García, Felipe Pérez Roque, Otto Rivero, Carlos Valenciaga, Victoria Velázquez, entre otros más. Parecía que el modelo perduraba puesto que una vez los Castros fuera del poder, algo que debía suceder en cualquier momento, había un relevo lo suficientemente comprometido con el ideal castrista. Pero cada uno de estos personajes, por diversas razones fueron cayéndose antes que los Castros sucumbieran. De esa generación alfa descuidada, solo queda uno: Miguel Díaz-Canel. De mirada fría, sonrisa de Cesar Borgia y palabras precisas, ha llevado a cabo un plan de supervivencia, primero con Fidel y ahora con Raúl, que sin dudas rebasa el éxito. Díaz-Canel nació en abril 20 de 1960, en la provincia de Villa Clara en el centro de la Isla de Cuba. En 1982 recibió su titulación como Ingeniero Electrónico, por la Universidad Central de Las Villas, Marta Abreu. Como todo ferviente miembro de aquel experimento social fallido conocido como hombre nuevo, formaría parte de las fuerzas armadas y llegaría a ocupar un puesto de dirección en las filas del brazo juvenil del Partido Comunista de Cuba. En la década del ’90, sin ser de los más famosos e influyentes llega a ser nombrado Primer Secretario del Partido en su provincia natal. En el 2003 pasa a ocupar ese mismo puesto en la provincia de Holguín y a propuesta de Raúl formaría parte del Buró Político del Partido, una suerte de corte imperial cubana, porque los quince miembros de esta pequeña agrupación política, son quienes de verdad dirigen los destinos de la Isla. Después de Raúl llegar al poder en 2006, terminando con la carrera directiva de varios pupilos de su hermano mayor, Díaz-Canel fue el único que quedó en pie y no solo eso, sino que además fue promovido a Ministro de Educación Superior, Vicepresidente del Consejo de Ministros y actualmente es el Primer Vicepresidente del Consejo de Estado. La popularidad de Diaz-Canel se encuentra en un proceso de franco ascenso, siendo visto como el sucesor de la dinastía castrista. Recientemente participó al frente de la delegación cubana en la Reunión UE-CELAC, donde se le ha visto con un discurso abogar los principales problemas de integración con un discurso más acorde a la nueva visión del castrismo y un tanto alejado de la clásica retórica de crítica irrestricta al imperialismo. Diaz-Canel habló de una cooperación con los países europeos, donde Cuba pondría “recursos humanos y otros se tendrían que encargar de poner lo financiero y lo tecnológico”. A todas luces una posición bien cercana al capitalismo monopolista de estado que impera hoy en China y Vietnam. Díaz-Canel sabe perfectamente que el modelo totalitarista es un fracaso y apuesta por una posición más intermedia y menos restrictiva. Astutamente ha sabido mantenerse en las sombras, esperando su momento, que al parecer está llegando. Ahora bien, la pregunta es si Díaz-Canel será un sujeto de cambio más allá de una reforma dentro del castrismo, si finalmente en el 2018 se convertirá en el fin de un modelo y el resurgimiento de otro. En mi modesta opinión, Díaz-Canel no será más que una nueva cara, con una misma misión. Un nuevo rostro, en medio de un sistema que ya es viejo.