Venezuela, gracias al coronel y su funesta herencia, es hoy una nación fallida.
No dejarán el poder. Con o sin votos, seguirán imponiendo su régimen dictatorial. Ni por un momento permitirán que la oposición asuma el control de la Asamblea Nacional y comience la tortuosa cruzada para restaurar la democracia.
Maduro, el mafioso Cabello y sus secuaces emplearán los medios a su alcance para mantener el chavismo contra la voluntad del pueblo venezolano. Que pierden, pierden, y será por goleada –el 89 por ciento cree que el país está mal o muy mal–, cosa distinta es que acepten la derrota y permitan a sus rivales legislar.
El asesinato del opositor Luis Manuel Díaz, cuando participaba en el mismo acto electoral de Lilian Tintori, es una muestra de lo que se avecina. Llevan tres lustros sembrando odio y promoviendo la violencia contra los que piensan distinto, y es inevitable que la empleen cuando se sientan derrotados.
No ganarán pese a controlar los medios de comunicación audiovisuales y acorralar a los pocos periódicos que quedan libres; a pesar de meter presos a líderes opositores para amedrentar a los venezolanos que rechazan el chavismo y aunque continúan aplicando el más rastrero populismo que le aprendieron a su venerado antecesor. Resultan patéticos comprando votos con la promesa de regalar 4.600 taxis, licencia incluida, y un millón de casas gratis.
Nada puede tapar el absoluto fracaso del sistema socialista radical. Venezuela, gracias al coronel y su funesta herencia, es hoy una nación fallida.
Si en Colombia preocupa una inflación del 5 por ciento, cómo será una subyacente del 375 por ciento que los analistas calculan tiene Venezuela. Hoy (mañana será más caro), una familia venezolana de 5 miembros necesita 14,8 salarios mínimos para costear los gastos básicos del mes. Ni hablar de lo que ahora son lujos en un país que derrochó la bonanza petrolera: un pernil de los que querrán comer en diciembre cuesta seis veces más que el año pasado, y algo tan popular como las papas fritas de McDonald’s se volvieron inalcanzables. Después de 10 meses de no servirlas por falta de insumos, regresaron a las hamburgueserías. “Los clientes, emocionados hasta que les decimos el precio”, comentó uno de los directivos de la empresa norteamericana.
Una de las características de ese socialismo extremo, mediocre y populista, además de la corrupción sin tasa de la dirigencia política y militar, son sus ataques cotidianos a la iniciativa privada. La izquierda latinoamericana, tan proclive a descalificar a los empresarios y a nacionalizar compañías para atiborrarlas de funcionarios y hundirlas, la celebró con envidia al principio, creyendo que por fin un presidente ponía en marcha la segunda revolución castrista.
El resultado de 15 años de gobierno es el conocido: escasez, escasez y escasez a la cubana, ruina del aparato productivo y represión para conservar el bastón de mando, espejo fiel del modelo Fidel Castro. La producción de alimentos cayó el 65 por ciento por falta de divisas e insumos, y no menciono el desastre de PDVSA, que merece capítulo aparte, así como la inseguridad.
Conozco lo que ocurrirá el 6 (triunfo de la oposición y fraude del chavismo), pero es difícil adivinar lo que pasará del 7 en adelante. Colombia, que ya se quitó de encima a la Kirchner, necesitaría un triunfo de los demócratas venezolanos así Santos siga respaldando a los íntimos de ‘Timochenko’ y el futuro de Venezuela sea turbulento e incierto. Seguir con la dictadura será siempre el peor escenario.