Nueva York (AFP) – Los ojos de Madonna brillaban. Ya habían transcurrido dos horas de un espectáculo en el que unas monjas transgénero se retorcían en torno a caños de strippers y apuestos bailarines simulaban actos sexuales.
“Soy tan afortunada de haber sobrevivido tanto”, dijo la leyenda del pop a la multitud que agotó el miércoles por la noche los boletos del Madison Square Garden de Nueva York.
“Esta noche me siento muy nostálgica. La primera vez que actué aquí fue hace 30 años”.
En una de las primeras fechas de su nueva gira “Rebel Heart”, Madonna demostró que aún tiene capacidad para provocar y que, a sus 57 años, sigue siendo capaz de seguir una elaborada coreografía que dejaría sin aliento a cualquier otro artista de cualquier edad.
El espectáculo comenzó cuando Madonna descendió de una jaula hacia una procesión de bailarines inspirados en Juana de Arco y los samuráis.
Madonna y sus bailarines cambiaron de vestuario a un ritmo vertiginoso, a medida que la cantante asumía personajes que iban de una chica coqueta de los años ’20 a una torera erótica.
También se puso melancólica con el público de su ciudad adoptiva cuando recordó que fue en el Madison Square Garden donde cerró triunfante su gira “Like a Virgin” en 1985.
Esta demostración de emociones es algo inusual en Madonna, conocida por su feroz determinación profesional y quien ha respondido desafiante a algunos reveses recientes, entre ellos la filtración en línea de su álbum “Rebel Heart”.
– Más sexo y shock –
Madonna ayudó a revolucionar el concepto de concierto cuando hizo en 1990 la gira “Blond Ambition”, en la que proporcionó una suerte de aura nueva a su propia música a través de los continuos cambios de vestuario y las fuertes connotaciones sexuales. Una escena en la que simulaba masturbarse le mereció incluso una condena del Vaticano.
Con la gira “Rebel Heart”, el contenido sexual está lejos de haber decaído. De hecho, Madonna entró al escenario acompañada de una grabación en la que ella misma dice: “Tengo tetas y trasero y un deseo insaciable de llamar la atención”.
Cuando sonó “Holy Water”, un grupo de bailarines vestidos de monjas con aspecto transgénero se deslizaban arriba y abajo en torno a caños de strippers e izaron a Madonna en el aire.
Luego el escenario se transformó en una imitación de “La última cena”. Pero, en esta versión, Madonna era el plato principal y estaba atada a la mesa, con sus piernas sugestivamente abiertas.
Pero la artista mostró que también es capaz de sorprender con la música y el poder de su voz. En uno de los momentos más emotivos de la noche, se sentó sola con un ukelele y cantó, en francés, “La Vie en Rose” de Edith Piaf.
– Adoptando la cultura hispana –
Su base de fans en Nueva York está dominada por hispanos, además de gays. Tal vez por ello, Madonna transformó sus canciones más bailables de los años ’80 (“Dress You Up”, “Into the Groove” y “Lucky Star”) en un popurrí acústico teñido de tonos españoles y acompañado en el escenario por un baile flamenco.
“Esta es la primera vez que mi representante me dice que llevo puesta demasiada ropa”, dijo Madonna cuando salió con un vestido de flores.
La artista comenzó la gira la semana pasada en Montreal y piensa ofrecer 76 espectáculos hasta el 27 de marzo, día en que “Rebel Heart” llegará a su fin en Brisbane, Australia.
Es la primera gira que da desde su exigente vuelta al mundo en 2012 para promocionar su álbum “MDNA”. Las 88 fechas de aquel tour a menudo desataron controversia debido a sus comentarios sobre temas como la cultura de las armas en Estados Unidos y la extrema derecha en Europa.