Los autores señalan que dado que el estar empleado se asocia con una mejor salud mental que estar desempleado, las políticas gubernamentales tienden a centrarse en los riesgos de los que están en el paro, sin considerar el impacto que podría tener la calidad del trabajo.
Los datos proceden de siete fases de recogida de datos de más de 7.000 personas en edad laboral de una encuesta nacional de hogares que se realiza cada año en Australia. La calidad ‘psicosocial’ en el trabajo se medía en relación a variables como las demandas y la complejidad laboral; el nivel de control; la seguridad percibida en el trabajo.
Según los trabajadores, aquellos que estaban desempleados tenían peor salud mental, de forma global, que aquellos que trabajaban. Pero tras tener en cuenta otra variedad de factores con el potencial de influir en los resultados como el nivel educativo y el estatus marital, la salud mental de quienes no tenían trabajo era comparable, o a menudo incluso mejor, que la de las personas con empleo pero en condiciones de baja calidad laboral.
Las personas con las peores condiciones laborales experimentaban el declive más destacable en su salud mental a lo largo del tiempo. Existía una asociación lineal entre el número de condiciones desfavorables en el trabajo y la salud mental, cada una de estas condiciones adversas rebajaba las puntuaciones en salud mental.
Los resultados mostraban que conseguir un trabajo con buenas condiciones laborales tras haber estado desempleado mejoraba la salud mental en una media de tres puntos, pero conseguir un trabajo con malas condiciones laborales era peor para la salud mental que mantenerse en el paro, reduciéndose en 5,6 puntos.
Según apuntan los autores, los trabajos pagados confieren varios beneficios, incluyendo un papel social definido, amistades y tiempo estructurado. Pero los trabajos que permiten conseguir poco control son muy estresantes y proporcionan pocos apoyos y recompensas y no son buenos para la salud.