Nueva York, 23 abr (EFE).- Las flores y los lunares que protagonizan las obras de la artista japonesa Yayoi Kusama han recorrido el mundo, inyectando color y alegría allá donde van, elementos más que necesarios en la última ciudad en la que han aterrizado: un Nueva York que empieza a desperezarse tras un invierno de intensa oscuridad.
Los tonos y las formas casi infantiles de Kusama decoran estos días el ya de por sí espléndido Jardín Botánico de Nueva York, situado en el distrito de El Bronx, que en abril se ve inundado por tulipanes y narcisos, acompañados por almendros, cerezos y magnolios en flor, exquisitamente mantenidos.
“KUSAMA: Cosmic Nature” (KUSAMA: Naturaleza Cósmica), que podrá verse hasta el próximo 31 de octubre, es una exposición que los neoyorquinos llevan mucho tiempo queriendo ver. Debía haberse inaugurado en primavera de 2020, y pese a ser una muestra que en buena parte está en espacios exteriores, fue suspendida con la llegada de la covid-19 a Nueva York.
“Esta es una de las exhibiciones más esperadas del Botánico de Nueva York y estamos emocionados de que los visitantes puedan verla por fin”, explica a Efe el portavoz de la institución, Nicholas Leshi.
Gracias a ese retraso, sin embargo, la artista de 92 años, cuyas obras se han transformado con el tiempo en un importante reclamo para el público general, ha diseñado cuatro nuevas piezas, que debutan en este espacio verde neoyorquino de 100 hectáreas.
Entre ellas, “Dancing Pumpkin” -Calabazas danzantes- (2020), una monumental escultura de casi cinco metros de alto de una calabaza en amarillo y negro con largas patas que parecen estar en movimiento, bajo la cual los visitantes forman una larga fila para hacerse una foto.
Su popularidad queda patente por los dos guardas que no solo custodian la pieza, sino que azuzan insistentemente al público para que no posen más de unos pocos segundos para la codiciada instantánea.
“Flower Obsession” -Obsesión Floral- (2017/2021) también se estrena en Nueva York, un tradicional invernadero en el que se invita a los visitantes a pegar en la superficie que les plazca flores rosas y rojas de plástico que se reparten antes de entrar en el espacio, conviertiéndola en una pieza participativa.
Mientras, “I Want to Fly to the Universe” -Quiero volar al universo- (2020), otra nueva escultura de grandes dimensiones -esta de 4 metros de alto-, ofrece al público el primer impacto visual de la muestra, puesto que está situada sobre una fuente al final del paseo central que arranca en la entrada principal del Botánico.
La obra, que representa un sol con serpenteantes tentáculos pintados con lunares blancos sobre un rojo intenso y un azul lapizlázuli, refleja la clara obsesión de Kusama no solo con la vitalidad, sino con la representación de las formas de la naturaleza.
Las populares instalaciones de espejos de la artista nipona, que ha arrasado con sus “infinity rooms” -habitaciones infinitas-, también están presentes en la exhibición con otra de las piezas nuevas: el “Infinity Mirrored Room – Illusion Inside the Heart” (2020), que de momento solo se puede ver desde el exterior, por lo que queda convertido en un cubo de grandes dimensiones que refleja toda la flora de la que está rodeado.
El público se queda anonadado además con el “Narcisus Garden” -Jardín de Narcisos- (1966/2021), una instalación formada por 1.400 esferas de acero inoxidable de unos 30 centímetros de diámetro que flotan sobre un estanque de agua de 70 metros de largo, que se deslizan y chocan con la brisa, o “Hymn of Life” (2007) -El Himno de la Vida-, grandes tulipanes que se reflejan sobre la superficie de agua sobre la que se encuentran.
En galerías cerradas, el visitante también puede repasar la trayectoria de Kusama en Nueva York, adonde llegó en 1958, y sus trabajos en papel o en esculturas de menor tamaño. Info, Mi Ciudad Tv
Helen Cook