Condado de Loudoun (VA), 16 oct (EFE News).- La historia de las elecciones presidenciales de EE.UU. es la historia de las mujeres blancas que viven en los suburbios, en casas unifamiliares con jardín y un cortacésped siempre en marcha. Cuando hablan, Joe Biden y Donald Trump se dirigen a estadounidenses como Alice Parkin, madre de cinco hijos, religiosa, conservadora y harta del sectarismo y la politización.
Parkin, de 56 años, recibe a Efe en la parte de atrás de su enorme casa de ladrillo en el condado de Loudoun, el más rico de todo EE.UU. y solo a una hora en automóvil desde Washington D.C., en el estado de Virginia.
Vive al fondo de la calle y en la entrada principal de su residencia ya cuelga un espantapájaros por Halloween, mientras que en el jardín la brisa hace chirriar unos columpios.
“Voy a votar por Joe Biden -anuncia Parkin-, soy una republicana de toda la vida y siempre he votado por los republicanos, pero el líder que tenemos no me despierta buenos sentimientos”.
Cada vez que oye la voz de Trump, se siente “triste, enfadada y frustrada”, especialmente por su trato despectivo a las mujeres, los apodos que pone a sus contrincantes y sus guiños a grupos supremacistas blancos.
“Su plataforma está basada en el miedo. Es tan oscuro y tan negativo, la gente tiene miedo en este país, en vez de sentir esperanza. Nunca antes he sentido que fuera así, hasta este punto”, se desahoga Parkin.
Es blanca, se enorgullece de formar parte de la Iglesia mormona y se opone al aborto, por lo que aparentemente podría encajar en lo que Trump considera su electorado más fiel. Sin embargo, Parkin sabe que en estas elecciones “hay mucho en juego” y está dispuesta a votar por primera vez por un candidato favorable al aborto para “salvar” la democracia de Estados Unidos.
“He evaluado todo con mucho cuidado y, aunque no estoy de acuerdo con todo lo que Joe Biden apoya en la política, creo que es un buen hombre. Él es el líder que necesitamos, es alguien con el que podemos trabajar, con el que todas las partes pueden trabajar para mover a este país en la dirección correcta porque creo que lo que ha pasado en los últimos cuatro años ha sido muy dañino”, argumenta.
Parkin siente que el Partido Republicano ha dejado atrás a muchos electores como ella. De hecho, en 2016 cuando Trump se convirtió en el candidato conservador vivió un “gran conflicto interno”, porque no quería votar ni por él ni por la demócrata Hillary Clinton, y acabó apoyando al aspirante de un tercer partido, Evan McMullin, quien arañó apenas un 0,53 % del voto.
Varios de sus familiares, incluido su hermano, respaldan a Trump y le han pedido que en estas elecciones “se tape la nariz” y vote por el presidente.
¿Por qué deberíamos taparnos la nariz, hacer la vista gorda o justificar o excusar lo que dice un líder del que deberíamos querer sentirnos orgullosos? Eso me preocupa”.
“LEY Y ORDEN” PARA LOS SUBURBIOS
Para seguir cuatro años más en la Casa Blanca, Trump necesita mantener el respaldo de los votantes del extrarradio de las ciudades que se decantaron por él en 2016 y que ahora están indecisos, o como Parkin, prefieren a Biden.
Los comicios pasados acentuaron la división entre el mundo rural, mayoritariamente republicano, y el urbano, demócrata; de manera que los suburbios, una realidad intermedia, se han convertido en el principal campo de batalla.
Para apelarlos, Trump ha resucitado el lema de “ley y orden” que Richard Nixon acuñó durante la campaña electoral de 1968 para movilizar a quienes se sentían inseguros ante la ola de protestas que sacudió EE.UU. después del asesinato de Martin Luther King.
Trump ha intentado imitar esa estrategia con las manifestaciones de “Black Lives Matter” (Las vidas negras importan) y, aunque no parece haber logrado los mismos resultados que Nixon, sus palabras sí han calado en mujeres como Jane, de 70 años, que reside en el pudiente condado de Fairfax, en Virginia y parte del cinturón de barrios residenciales que rodea la capital.
“La violencia vendrá por ti, vendrá por mí, vendrá por todo el mundo. Realmente esto no trata sobre la vida de los afroamericanos. Esto es anarquía”, opina Jane, que prefiere no dar su apellido y conversa con Efe fuera de un centro electoral, donde ya ha comenzado la votación anticipada para las elecciones del 3 de noviembre.
Se resguarda a la sombra, debajo de una carpa roja del Partido Republicano, e intenta convencer a los vecinos de que voten por Trump. Reparte todo tipo de panfletos: desde carteles con el mensaje de “Estadounidenses del Asia-Pacífico por Trump” hasta folletos plastificados con el rostro sonriente de Daniel Gade, uno de los candidatos republicanos al Senado por Virginia.
Nadie en la carpa lleva mascarilla, aunque sobre la mesa hay gel desinfectante. Jane cree que el presidente ha hecho un buen trabajo con la pandemia, que ha dejado más de 200.000 muertos en EE.UU., y acusa a los medios de comunicación de haber usado el virus para menoscabarlo. “Absolutamente”, dice, volverá a votar por Trump, como ya hizo en 2016.
“Al presidente realmente le importan los estadounidenses. Es algo que para mí resulta obvio. Quizás su estilo sea un poco rudo, es un hombre de negocios de Nueva York. Quiero decir, él no es un político que sepa exactamente qué decir aquí y a quién no ofender allí”, le disculpa.
Voces como la de Jane son la excepción en los suburbios del norte de Virginia, donde las viviendas -una tras otra- lucen carteles azules con las palabras “Biden, Harris”, a favor del candidato demócrata a la Casa Blanca y su compañera de fórmula, Kamala Harris, frente a las pancartas rojas con el nombre de Trump en zonas más conservadoras.
Por lo general, a lo largo y ancho del país se repite el mismo patrón: las mujeres, especialmente aquellas con estudios universitarios, se identifican mayoritariamente con el Partido Demócrata, mientras que los hombres se consideran republicanos en mayor proporción, según datos del Centro de Investigación Pew.
En 2016, Clinton ganó la mayoría del voto femenino, pero las mujeres blancas se decantaron por su rival. Desde entonces el apoyo a Trump en ese grupo demográfico se ha ido debilitando y, de hecho, en las elecciones legislativas de 2018, se atribuyó a las mujeres blancas de los suburbios el regreso de una mayoría demócrata a la Cámara de Representantes.
BIDEN, UN SUSPIRO DE CALMA
Un cambio de opinión en ese colectivo podría decidir el próximo inquilino de la Casa Blanca, especialmente en estados clave como Michigan, Wisconsin y Pensilvania, donde Trump ganó en 2016 por un estrecho margen.
Para conquistar a las mujeres blancas de los suburbios Biden ha formulado un mensaje simple: él no es Trump y representa la serenidad, no el caos.
Precisamente, Kathleen Matusiak, de 70 años, cree que lo más importante es volver a la “tranquilidad”, la “calma”, la “normalidad”, palabras que repite constantemente en una entrevista con Efe en el patio de atrás de su casa de Arlington, otra de las áreas residenciales del norte de Virginia.
Votará por Biden porque cree que será capaz de “unir” al país, y Harris, una mujer afroamericana de origen indio y jamaicano, le hace sentirse aún más entusiasmada, porque “añade un nivel adicional de energía” y demuestra que el Partido Demócrata es “inclusivo”.
El ambiente político de crispación ha afectado a su vida y reconoce que ahora ve menos televisión porque no aguanta a Trump.
“No puedo verlo cuando aparece en las noticias, no puedo verlo. Empiezo a tirar cosas a la televisión, así que estoy viendo más telebasura porque ni puedo soportarlo. Leo, leo las noticias porque no puedo aguantar oír su voz ¿Sabes? Me dan escalofríos solo de escucharle”.
Las elecciones impactan de manera muy personal a Matusiak, que desde 1972 forma parte de la Liga de Mujeres Votantes, una organización no partidista que se fundó al calor de la lucha por el sufragio femenino y que se dedica a dar información para que ellas puedan ejercer su derecho. Justo este 2020, se conmemora el centenario desde que las estadounidenses lograron el derecho al voto tras 72 años de lucha.
“Este es un momento importante para que las mujeres se den cuenta del poder que tienen en este país, y todos los votantes, ¿sabes? Pero estos son los 100 años y las mujeres lucharon durante 72 años para poder votar. Es algo que no debe darse por hecho”.
Como afirma Matusiak, hay que luchar cada día y ahora a las mujeres les ha llegado su gran momento. Info, Mi Ciudad Tv