“Aquí se puede encontrar desde algo de 10 dólares hasta más de 100.000”, dijo a Efe Michelle Orman, responsable de prensa de OMBAS (Original Miami Beach Antiques Show), que desde su fundación tan solo ha faltado un año a su cita con el público.
En 2021 la pandemia de covid-19 obligó a cancelar la feria y este año puede haber más apetito de comprar entre los interesados en las antigüedades, especialmente entre los coleccionistas, dijeron a Efe algunos expositores en el Centro de Convenciones de Miami Beach.
Paul Haig, dueño de la empresa Haig’s of Rochester (Michigan), es de los que son optimistas con los resultados del evento.
UNA FIGURA PRECOLOMBINA, ENTRE LOS OBJETOS MÁS ANTIGUOS
Motivos tiene. Según cuenta, la víspera hizo negocios antes de la apertura de OMBAS y sumados a los que concretó en las primeras horas de la feria sus ventas superan los 35.000 dólares.
Haig tiene a la venta uno de los objetos más antiguos en este evento: una pequeña figura de jade que proviene de Guatemala y data del 1.200 al 900 antes de Cristo.
“Mi mejor precio es 25.000 dólares”, responde cuando se le pregunta por cuánto pide por ese objeto, que no es el único precolombino que ha traído a Miami.
En otra vitrina hay varios objetos de distintas culturas de lo que hoy es Perú. Uno de ellos es un extraño silbato o instrumento ritual de viento hecho de arcilla que representa la figura de un animal y que Haig hace sonar a petición de un interesado.
En este caso su “mejor precio” son 12.000 dólares, pero es solo para empezar a hablar porque el regateo está institucionalizado en OMBAS, como casi en todo lugar donde se vendan antigüedades.
Otro puesto, llamado Mantiques y regentado por gente de Nueva York, está especializado en antigüedades para el gusto masculino. Todos los objetos que se muestran destacan por ser “bold”, un adjetivo que significa audaz o intrépido, dice a Efe Grant Steinhauser, uno de sus directivos.
En los expositores no hay nada que se asemeje a una figurita de porcelana. Una ruleta con todos sus accesorios, la cabeza esculpida de un hombre o el reclamo publicitario de un médico de la primera mitad del siglo XX se ofrecen a la vista de los visitantes.
LAS JOYAS DOMINAN LA FERIA
El espacio que alberga la feria es enorme, tanto que existen unos pequeños vehículos a motor a disposición de quienes no pueda caminar o se cansen.
Al lego en la materia le sorprende la cantidad de joyas antiguas y “vintage” que se muestran en casi todos los puestos, incluso en los están dedicados a pinturas, objetos decorativos y muebles.
Al relumbre del oro, la plata y las piedras preciosas de collares, anillos y aretes solo le hace competencia el brillo de las cuberterias antiguas, algunas con tantas piezas que podrían dar servicio a un palacio.
También sorprende ver tanto reloj y tanto bolso de mujer de marcas de lujo como Hermès o Louis Vuitton. Modelos antiguos en pieles exóticas y con precios de más de cuatro dígitos.
Cuándo Efe les pregunta si han comprado mucho a dos visitantes pertrechados de unos carrios como los que se usan en los barcos para bajar a tierra las pertenencias responden que no, porque -dicen- en estás ferias “ya no hay nada, solo joyas”.
“Lo mismo nos pasó en la de Palm Beach”, dice uno de ellos, que no quiere dar su nombre.
“Es lo más fácil de transportar y guardar”, apunta a Efe la responsable de prensa de OMBAS cuando se le pregunta por la omnipresencia de la joyería.
A una pregunta sobre el perfil de los visitantes, Michelle Orman dice que no hay uno solo: particulares locales, turistas que están de paso en Miami, diseñadores de interiores a la búsqueda de piezas únicas para decorar mansiones y residencias de lujo y también dueños de negocios de antigüedades de Estados Unidos y otros países.
EL CAMBALACHE DE LA VIDA Y DE LA FERIA
Es sabido que cambiar de manos es el destino de las antigüedades. Aquí hay para elegir si uno quiere participar en ese intercambio.
Al lado de una navaja suiza del tamaño idóneo para un gigante y con cachas de nácar se exponen dos leones de piedra italianos del siglo XIX y no muy lejos un pelotari y un pescador miran a los visitantes desde sendos óleos del pintor vasco Angel Cábanas Oteiza (1883-1964), que emigró a Argentina y murió en ese país.
El propietario de estos cuadros, el anticuario uruguayo Isais Kolender, dice a Efe que pertenecieron a un embajador polaco en Uruguay que cuando se retiró vivía en Barcelona y formaban parte de su sucesión.
Muchos de los objetos que hasta el domingo estarán a la venta en OMBAS provienen de sucesiones.
Con 35 años de presencia en esta feria, Kolender añora tiempos pasados, como cuando antes de que se abrieran las puertas ya “había colas de ocho o diez cuadras”.
“El negocio está difícil. La gente grande ya no compra y a los jóvenes no les interesan las antigüedades. Dales una silla de Ikea y si se les rompe la arrojan a la basura y se compran otra”, subraya.
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