Donald Trump ha decidido dar marcha atrás en una ambiciosa propuesta de salud pública anunciada hace apenas dos meses: la prohibición de los cigarrillos electrónicos con sabores. No es porque el «vapeo» -que ha provocado en EE.UU. una epidemia de adicción de adolescentes y una oleada de enfermedades pulmonares- haya dejado de ser un peligro. La razón es que el peligro que más preocupa a Trump es que miles de fumadores enfadados le nieguen el voto y eso dificulte su reelección.
El anuncio fue el 11 de septiembre en el Despacho Oval, junto al secretario de Salud y Servicios Humanos, Alex Azar, y al comisionado de la Agencia de Fármacos y Alimentos (FDA, en sus siglas en inglés), Norman Sharpless. También estaba la Primera Dama, Melania Trump, una de las principales impulsoras de la medida, preocupada por el futuro del hijo que tiene con el presidente, Barron, de 13 años.
«El vapeo se ha convertido en un negocio enorme, tengo entendido», dijo Trump en aquella ocasión. «Pero no podemos permitir que la gente se ponga enferma y no podemos dejar que afecte a nuestros jóvenes», añadió. «La gente se está muriendo con el vapeo».
Azar aseguró que la intención de la Administración Trump era «limpiar el mercado» de cigarrillos electrónicos con sabores, los preferidos por los jóvenes. El año pasado, el anterior comisionado de la FDA, Scott Gottlieb, había advertido de la «epidemia» juvenil vinculada al vapeo, y los números para 2019 solo empeoraban el escenario. Según los datos preliminares de la Encuesta Nacional sobre Tabaco y Jóvenes de 2019, una cuarta parte de los estudiantes de instituto de EE.UU. han fumado de cigarrillos electrónicos en el último mes, algo por encima de la quinta parte que se registró el año pasado. Y casi todos usaban cigarrillos con sabores afrontados o mentolados. Por otro lado, se han registrado miles de casos y docenas de muertes de una dolencia pulmonar, aunque está relacionada sobre todo con el uso de cartuchos de marihuana comprados en el mercado negro.
Incluso la empresa líder del sector, Juil, decidió limitar los cartuchos de sabores para sus cigarrillos, y centrarse en los que saben a tabaco.
Ahora se ha sabido que lo que era una urgencia de salud pública ya no lo es. Según ha sabido ‘The Washington Post’, todo estaba listo para que el 5 de noviembre Trump firmara una orden para sacar del mercado los cigarrillos electrónicos con sabores en el plazo de un mes. Pero la víspera, de camino a un mitin en Kentucky, cambió de opinión. No firmaría la orden. Su director de campaña, Brad Parscale, le advirtió del impacto que podría tener en su reelección el próximo otoño. Los sondeos internos mostraban que votantes fumadores que se han pasado al cigarrillo electrónico en los últimos años podrían darle la espalda si seguía adelante con la prohibición y sus votos podrían ser decisivos en estados bisagra, donde se decide la elección.
Trump ya había visto con sus propios ojos la reacción furibunda de los fumadores, con manifestaciones en contra de la prohibición en las inmediaciones de sus actos políticos y una campaña amenazadora para sus intereses: «Yo vapeo, yo voto». Además, la eliminación de los cigarrillos electrónicos con sabores supondría un impacto considerable en la pujante industria del vapeo y, con él, pérdida de puestos de trabajo. Los niveles históricos de empleo en EE.UU. serán una de las cartas con las que el multimillonario neoyorquino acudirá a su reelección, y esta prohibición va en contra de ese logro.
Es una incógnita cuál será la política de la Administración Trump a partir de ahora. Podría establecer mayores limitaciones para que los menores no puedan acceder a los cigarrillos electrónicos, prohibir solo algunos sabores -es muy probable que los mentolados, los más populares entre adultos, no se vean afectados- o permitir la venta solo en tiendas para adultos.
«Es una gran sensación que en dos meses hayamos pasado de creer que la prohibición era inevitable a demostrar que es un asunto que importa tanto a los votantes que hasta el presidente de EE.UU. se da cuenta», dijo al ‘Post’ Greg Conley, presidente de la American Vaping Association, que defiende a la industria del vapeo.
«Parece que es la política, y no la salud pública, lo que importa en las decisiones», lamentó Robin Koval, de Truth Initiative, un grupo en contra del tabaco.