9/26/2017. El enésimo intento de Donald Trump y de la mayoría republicana en el Congreso de desmantelar la reforma sanitaria de Barack Obama, conocida como Obamacare, se ha vuelto a estrellar en el Senado. Ayer, el líder de los conservadores en la cámara alta, Mitch McConnell, anunció que finalmente no se produciría una votación sobre la última propuesta desde su bancada para sustituir Obamacare, la encabezada por los senadores Bill Cassidy (Luisiana) y Lindsey Graham (Carolina del Sur).
El anuncio formal de varias defecciones desde sus filas iba camino de convertir la votación en una nueva humillación para los republicanos y Trump en el Congreso. Los conservadores cuentan con una mayoría débil en el Senado (52 legisladores frente a 48 demócratas) que solo permiten dos votos en contra de sus senadores si los demócratas votan en bloque, como han hecho hasta ahora.
El lunes por la noche, Susan Collins (Maine) se convertía en la tercera republicana en mostrar su oposición a la ley Cassidy-Graham, cuya idea central era entregar a los estados buena parte de los fondos federales usados para subvencionar los seguros de Obamacare y financiar Medicaid -el sistema sanitario para personas con pocos recursos- y dar más flexibilidad a los territorios sobre cómo usarlos, sin muchas de las restricciones que impone la normativa actual.
El lunes, los proponentes de la nueva reforma presentaron un texto con cambios, en el que se dedicaban más recursos a Alaska y Maine, dos estados con senadores centristas opuestos a los planes de la mayoría de los republicanos. Collins justificó su oposición en que el nuevo plan sigue siendo «profundamente defectuoso», recorta demasiados recursos para Medicare y no protege a las personas con enfermedades preexistentes, a las que los seguros muchas veces no quieren dar pólizas.
Antes que ella ya se habían opuesto John McCain (Arizona), pieza clave en anteriores intentos frustrados de desmantelar Obamacare, y Rand Paul (Kentucky), un republicano que también se opone, pero por otros motivos: la reforma para él es demasiado corta.
La derrota supone otra bofetada para Trump, con muchas dificultades para desarrollar su agenda reformista en el Congreso, a pesar de que ambas cámaras cuentan con mayoría republicana.