Washington (AFP) – A los 14 años, Ben Carson intentó apuñalar a un niño. Si la hoja del cuchillo no se hubiera roto contra la hebilla del cinturón de su víctima, el republicano estaría probablemente en la cárcel en lugar de ser precandidato a la Casa Blanca.
Cuando Ben Carson cuenta su historia, generalmente en reuniones de conservadores, deja al público mudo.
El renombrado neurocirujano jubilado se vale de su historia para explicar cómo la fe permitió a un adolescente a la deriva evadirse de la miseria y encontrar fuerzas para realizar su sueño: ser médico. “Fue la última vez que tuve una crisis de ira“, dijo Carson, que profesa la fe protestante, en junio en Washington.
Benjamin Carson, que cumplirá el viernes 64 años, es la segunda sorpresa de las primarias republicanas rumbo a las presidenciales de 2016. El magnate de los bienes raíces Donald Trump fue la primera. Es el único negro en liza y, al igual que Trump -que encabeza los sondeos-, nunca se había presentado ante los electores.
Esta semana, Carson se ubicó segundo en las encuestas de la interna republicana, por delante de otros 14 aspirantes, pese a probablemente ser el más discreto de todos, especialmente en un debate televisado el miércoles, formato en el que apenas brilló.
Su historia personal es una expresión ideal del sueño americano. Creció en los barrios desfavorecidos de Detroit y Boston, educado por una madre analfabeta, casada a los 13 años y que expulsó a su esposo bígamo de su casa. El joven Ben era un mal alumno, incontrolable y con un carácter difícil. El cambio se produjo, según él mismo cuenta, cuando su madre lo obligó a leer dos libros a la semana junto a su hermano.
Las notas mejoraron y Ben Carson se convirtió en un alumno modelo. Fue aceptado como becario en la Universidad de Yale, antes de estudiar Medicina en la Universidad de Michigan y de unirse al gran hospital Johns Hopkins de Baltimore, donde empezó a dirigir rápidamente el servicio de neurocirugía pediátrica. Era, entonces, uno de los ocho neurocirujanos negros del mundo, contó en un libro en 2007.
Una operación lo hizo saltar a la fama en 1987, cuando separó, asistido por un equipo médico de 70 personas, a dos hermanos siameses alemanes de siete meses unidos por la cabeza. La intervención duró 22 horas y, con la supervivencia de los dos niños, se convirtió en una primicia mundial.
George W. Bush le entregó en 2008 la mayor recompensa civil que otorga Estados Unidos, la Presidential Medal of Freedom. Su carrera médica fue llevada al cine en 2009 con ‘Gifted Hands: The Ben Carson Story’, en la que fue personificado por Cuba Gooding Jr.
– Contra lo “Políticamente correcto” –
Ben Carson ya había escrito cuatro libros, de orden espiritual o de motivación personal, cuando se jubiló en 2013 para lanzarse al ruedo conservador.
Se convirtió en un orador buscado. Cuando está en escena muestra una sonrisa fina con un discurso suave, puntualizado con anécdotas, bromas y pasajes de la Biblia.
Siempre promueve la compasión y recuerda la responsabilidad individual, un valor que lo lleva a criticar el Estado de bienestar que, a su parecer, impulsa a la gente hacia la pobreza. “Si mantenemos continuamente a la gente en una posición de dependencia, van a olvidar lo que son las ganas de triunfar”, dijo en 2013 en una conferencia de conservadores en Washington.
Pese a sus maneras eclesiásticas, Carson cultiva lo “políticamente incorrecto” y escandaliza mucho a la izquierda con declaraciones consideradas radicales, especialmente sobre la homosexualidad.
En ese mismo discurso de 2013, Carson dijo querer “reeducar a las mujeres” sobre el aborto y pronunció una frase acerca del sistema de salud del presidente estadounidense, Barack Obama, que aún se le reprocha: “Pienso que el ‘Obamacare’ es realmente la peor cosa que ha pasado en este país desde la esclavitud. Y es, de alguna manera, esclavitud, porque nos esclaviza a todos al Estado”, proclamó.
Su reciente explosión en los sondeos en la interna republicana viene de su éxito en la base evangélica, donde aventaja al no muy piadoso Donald Trump, según un reciente sondeo en Iowa.
No obstante, como Donald Trump, se aprovecha del sentimiento ‘anti-establishment’. Este verano, en Iowa, lanzó a un grupo de conservadores: “No soy un político. Ellos solo quieren ser reelectos, mientras que yo quiero salvar a nuestro país”