El Gobierno de Estados Unidos admitió que sería “una tarea complicada” para Egipto el organizar y celebrar de manera inmediata elecciones libres, justas y creíbles.
Si el presidente egipcio, Hosni Mubarak, renunciara ahora tendrían que celebrarse elecciones en un plazo de 60 días de acuerdo con la Constitución, según afirma Estados Unidos.
Eso plantea la cuestión de si Egipto estaría preparado para organizar unos comicios competitivos y abiertos si se tiene en cuenta que en el pasado fueron “menos que libres e imparciales”, señaló el portavoz del Departamento de Estado, Philip Crowley.
“Creo que sería una tarea complicada”, admitió.
“Hay mucho que hacer para llegar al punto en el que se pueden celebrar unas elecciones libres y justas, ya sea para el Parlamento o la Presidencia”, explicó.
El Gobierno de EE.UU. no se centra tanto en la persona que está al frente del Ejecutivo egipcio sino en el proceso de transición y de negociación en sí, recalcó.
“El papel que juegue el presidente Mubarak en eso es una decisión de él y de los egipcios”, señaló Crowley.
El portavoz consideró, no obstante, que sería posible celebrar las elecciones en septiembre, tal y como está previsto.
“Se puede hacer”, indicó, aunque “mucho depende de lo que ocurra a partir de ahora hacia adelante”, añadió.
Para Washington, las conversaciones que comenzaron este fin de semana entre el vicepresidente egipcio, Omar Suleiman, y representantes de la oposición, “no son lo suficientemente amplias”, al excluir a algunos grupos, alegó el portavoz.
Varios dirigentes de la oposición participaron ayer en la reunión, entre ellos representantes de los Hermanos Musulmanes, un grupo proscrito pero semitolerado por el régimen, pero algunas figuras importantes han quedado al margen de este diálogo o decidieron no asistir hasta que Mubarak haya renunciado.
Fue el caso del Movimiento 6 de Abril, que inició las protestas contra el régimen.
El Baradei, una figura política con más eco fuera del país que dentro de Egipto, admitió que no había sido invitado a este diálogo y calificó la negociación como “un proceso opaco”.
Al diálogo de ayer tampoco fue invitado el excandidato presidencial de la oposición Ayman Nur, dirigente del partido Ghad y que se convirtió en el principal rival de Mubarak durante las elecciones presidenciales de 2005.
“Eso tiene que ser un proceso real. Tenemos cierto sentido de urgencia, pero no tanto en cuanto al calendario sino en referencia al proceso en sí y de que sea visto como creíble y como instrumento para el cambio que demandan los egipcios”, sostuvo Crowley.
El portavoz no llegó a abogar directamente por la permanencia de Mubarak durante la transición como lo hizo el sábado Frank Wisner, al que el Gobierno de EE.UU. envió la semana pasada a El Cairo para trasladar al mandatario egipcio el mensaje de que no debe presentarse a la reelección.
Wisner, que fue embajador en Egipto entre 1986 y 1991 y tiene vínculos con figuras claves del Gobierno de ese país, dijo ante la Conferencia de Seguridad de Múnich en una videoconferencia desde Nueva York que Mubarak debe jugar un papel “absolutamente decisivo” y seguir en su puesto para conducir el cambio.
El Gobierno de EE.UU. se distanció inmediatamente de Wisner y aclaró que el exdiplomático había hablado a título personal.