San Pedro de Casta (Perú), 17 nov (EFE).- A más de 3.000 metros de altitud, una milenaria red de canales de piedra y arcilla infiltra a lo largo de las laderas de los cerros el agua de lluvias, ríos y quebradas y la transporta hacia acuíferos subterráneos que abastecen a comunidades campesinas y ayudan a reducir el estrés hídrico de Lima, una de las mayores ciudades del mundo ubicada en un desierto.
Se trata de las amunas, una palabra quechua que significa “retener” y alude a un sistema de ingeniería prehispánico capaz de sembrar y cosechar el agua de las alturas y hacerla aflorar, meses después, durante la temporada seca, por los manantiales y arroyos que se encuentran en la parte baja de las montañas.
En la comunidad campesina de San Pedro de Casta, en la provincia limeña de Huarochirí, más de un centenar de comuneros trabajaron durante más de tres meses para rehabilitar 8,1 kilómetros de esta emblemática práctica ancestral, que en ese caso permite almacenar de forma natural en el subsuelo alrededor de 1,9 millones de metros cúbicos de agua.
SEGURIDAD HÍDRICA PARA LIMA
Uno de los picapedreros y encargados de la recuperación y el mantenimiento de la llamada amuna Senega-Tambo fue Dilzon Obispo, un joven de 23 años que antes de desempeñarse en esta labor se dedicaba a la agricultura y la ganadería, según relató él mismo a Efe desde este canal ubicado a casi 4.000 metros sobre el nivel del mar y al que se accede a pie tras un recorrido de 40 minutos por carretera desde el pueblo.
“Con los materiales que hay de la zona, con las piedras cortadas y con las arcillas, formamos que sea un canal (…) que durante la temporada de lluvia hace su función y da agua para Lima”, declaró Dilzon, tras mencionar la escasez de agua que sufre la capital peruana, en donde se concentra casi un tercio de la población del país.
Al igual que otros vecinos de San Pedro de Casta, ese joven recibió talleres de capacitación de la mano de la ONG Aquafondo y empresas privadas que impulsan la recuperación de las amunas en la subcuenca del río Santa Eulalia, uno de los principales afluentes del río Rímac, que a pesar de su deterioro en términos ambientales provee el 70 % del agua de Lima.
Tal y como recordó a Efe la directora de Aquafondo, Mariella Sánchez, estudios del Banco Mundial señalan que el 80 % del agua que se infiltra en las amunas beneficiaría directamente a los comuneros aledaños, mientras que el 20 % restante iría hacia la capital.
“Sin embargo, si recuperamos más amunas, la población de San Pedro de Casta va a satisfacer sus demandas de agua con mayor facilidad y este porcentaje se va a ir revirtiendo”, aseguró la economista, quien detalló que la recuperación de un metro lineal de estos canales requiere de una inversión de entre 100 y 150 dólares.
POTENCIALES KILÓMETROS
En esta comunidad, Aquafondo ya ha rehabilitado hasta la fecha cerca de 18 kilómetros de amunas, aportando más de 4 millones de metros cúbicos de agua por año, según precisó a Efe la ingeniera agrícola Pamela Quino, coordinadora de proyectos de Aquafondo.
La mujer agregó que solo en la subcuenca de Santa Eulalia existen unos 67 kilómetros de amunas por recuperar, lo que supondría un beneficio hídrico potencial de 15 millones de metros cúbicos anuales, que podrían beneficiar a los habitantes de la parte alta, media y baja de la cuenca del Rímac.
Pero más allá de los beneficios directos de esta técnica ancestral, que actúa como medida de adaptación al cambio climático, la directora de la ONG insistió en la generación de oportunidades de empleo y el fortalecimiento de capacidades que brinda a los miembros de la comunidad.
RETRIBUIR A LOS COMUNEROS
Justamente, en esa línea, Aquafondo lanzó en mayo pasado un “proyecto productivo de seguridad alimentaria para proveer de una mejor calidad de vida” a los vecinos de San Pedro de Casta.
Así, a pocos metros de la plaza de Armas del pueblo, se instalaron dos biohuertos para la cosecha de hortalizas, un centro de compostaje a través del procesamiento de lombrices y una granja de crianza de cuyes con energía solar, espacios en donde trabajan comuneros que recibieron talleres de nutrición y cursos de planes de negocio para poder, en un futuro, vender sus productos “como marca de San Pedro de Casta”.
“La comunidad cuida el agua para las zonas bajas, para la parte urbana, y nos vemos en la necesidad de agradecerles a ellos a través de estos proyectos retributivos”, comentó Sánche. Carla Samon Ros
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